León GarzónTe sientas a teclear, pensando que tienes clara la trama, y tus personajes te miran, se ríen, niegan con la cabeza, y hacen lo que les da la gana.
Conocí a León Garzón en Instagram y muy pronto tuve una excelente opinión de su persona. Luego descubrí en su relato Miel de lavanda, que puede salpicar con almíbar una prosa de misterio. ¡Como si fuera fácil! Entonces leí Almas viejas y comencé a respetarlo profundamente como escritor. Si quieres replantearte todo lo que opinas sobre el tiempo y sus estragos, vete corriendo a leerlo.
Índice de contenidos
Datos del autor
León Garzón respiró por primera vez en 1985 en Fort Bragg (California), el día que jugó al ahorcado con su propio cordón umbilical. El médico no se había dado cuenta, pero su padre le avisó justo a tiempo cuando lo vio en los monitores. Por eso, y por todo lo que ocurrió después, no cree en las casualidades.
«La memoria de las cicatrices» es su primera novela, después de soñar toda su vida con escribir y publicar. Sabe que seguirá tachando todos los pendientes de su lista, como conseguir flotar en el agua, hacer una charla TED o recorrer el mundo en busca de historias y sabores nuevos. También sabe que la lista nunca dejará de crecer… y eso le fascina.Su novela La memoria de las cicatrices.
Entrevista
Hola, León, muchas gracias por aceptar la invitación a la primera entrevista del Club Thrillerholics. Y vamos a comenzar con lo que será la pregunta imprescindible para todos los escritor@s que pasen por aquí:
1. ¿Por qué escribes thriller?
Creo que cuando nos lanzamos a hacer algo que nos apasiona, buscamos materializar lo que nos gustaría disfrutar a nosotros. En mi caso, el thriller junto con la fantasía son mis géneros favoritos. Como lector, he pasado momentos increíbles con novelas de estas categorías, así que, cuando me pongo a escribir, me sale de las yemas lo que a mí me gustaría leer. Y da igual lo que escriba: novela, relato, microrrelato, lo que sea, cuando me abro las venas al teclear, me sale thriller a borbotones.
2. En tu primera novela La memoria de las cicatrices hay tres tramas entrelazadas y dos líneas temporales. ¿Cuál fue el mayor reto para lograr esa estructura?
El mayor reto fue no sucumbir a mi miedo perenne a meter la pata. Entrelazar las tramas y las líneas temporales era básico para que funcionara la novela, y demasiadas veces casi me convenzo de que era imposible de conseguir. No podía evitar pensar en todo lo que podría salir mal durante el proceso de escritura; un peso que se unió a todos los típicos del síndrome del impostor. Para superar esa tempestad, respiré hondo varias veces, me aferré a mi lista de capítulos planificados —mi brújula—, y me dejé llevar, confiando en que acabaría viendo tierra en el horizonte.
Y, ¿sabes, Emma? Fue como magia: muchas piezas cayeron en su sitio, otras aparecieron de la nada, algunas desaparecieron sin decir adiós. Cuando veo el resultado final y miro atrás, al camino recorrido, siempre se me escapa un «¡guau!».
3. Leyendo en tu blog vi que tienes un hermoso lienzo de la portada, que has bautizado como: Tenacitas. ¿Cómo se hizo la portada y qué dice sobre la historia?
El lienzo de la portada surgió como la novela: dejándome llevar. También tengo que admitir la suerte que tengo de haberme cruzado en el camino con mi queridísima Bego Blázquez, la artista que firma el cangrejo de la portada. Cuando vi sus primeras acuarelas, lo supe. Y se lo pedí. Y ella me dijo que estaba loco, pero que lo haría.
Durante varios meses trabajamos los sentimientos que queríamos despertar en los lectores. Varios meses en los que Bego me llevó de la acuarela al óleo, y una ventana del geriátrico dejó paso a Tenacitas —bautizado en honor a uno de mis capítulos favoritos de Los Simpsons—. Ese cangrejo ermitaño protagoniza una de las metáforas más importantes de la novela y uno de los puntos de inflexión en la vida de Robert, el protagonista.
En la novela hablo sobre los cangrejos ermitaños como luchadores, que necesitan cambiar de caracola cuando la actual se les queda pequeña. Ese cambio es aterrador: tienen que sacar su abdomen blando para mudarse a la nueva caracola, que tiene más espacio para que sigan creciendo. En ese cambio pueden ocurrir todo tipo de fatalidades, pero la alternativa es seguir con una caracola que les queda ya pequeña. Una caracola con la que no podrán crecer más.
Si lo piensas, todos somos cangrejos ermitaños. Todos nos hemos tenido que cambiar de caracola más de una vez en la vida, a veces obligados, otras veces por decisión propia, pero siempre con el mismo objetivo: seguir creciendo, a pesar de nuestras cicatrices. También gracias a ellas.
4. Es sabido que la mayoría de las novelas no giran alrededor de los ancianos. ¿Qué te hizo darles el protagonismo en La memoria de las cicatrices?
Fue mi abuela materna. Como vivíamos en España, mi madre tuvo que recurrir a un geriátrico cuando mi abuela dejó de valerse por sí misma. El verano de 2015 la acompañé en su viaje anual a Trinidad y Tobago para cuidarla y, cuando fuimos a recogerla al geriátrico, algo se rompió en mi interior. Era como un vórtice de tristeza y derrota envuelto en papel de regalo de palmeras y aire tropical. Todo era lúgubre, cada anciano rumiaba abandono, y no puedo describir la felicidad de mi abuela cuando la sacamos de allí.
Aquel día surgió la semilla de esta novela y también empezamos con los papeleos para traernos a mi abuela a España. Dos caminos largos y sinuosos que acabaron bien.
Hoy, después de las injusticias y el abandono que han sufrido los ancianos durante la pandemia, tengo más claro que nunca que se merecen este y todos los golpes que podamos dar sobre la mesa.
5. En un post de Instagram nos contabas que sufres del mal del perfeccionismo. ¿Qué tan difícil fue dejar salir tu primer libro al mundo?
Creo que podría catalogarse como tortura medieval; habría claudicado, lo juro, pero no sabía qué información querían los torturadores. [Risas]
Ahora en serio: fue durísimo. Una de las recomendaciones que siempre se repiten en el mundo de la escritura creativa es: «Escribe sin miedo. Corrige sin piedad». El problema es que nunca he podido escribir sin miedo, porque siempre tengo ahí al monstruo del perfeccionismo acechando. Y ya cuando aparece su amigo, el síndrome del impostor, menudas fiestas se pegan a mi costa.
Así fue que tardé cinco años en terminar de escribirla, con periodos intermitentes de no escribir nada y de escribir mucho, siempre releyendo y corrigiendo, buscando una perfección que no existe.
Luego vino un año dedicado a buscar editoriales y, cuando me decidí por autopublicarme, un año más de edición. Durante todo ese tiempo, el perfeccionismo fue mi mayor lastre. Pero ¿sabes qué? Ahora, viendo la novela en mis manos, no podría estar más satisfecho con el resultado final. La miro y sé que toda la tortura mereció la locura.
Así que mi consejo es: escribe con miedo, pero escribe.
6. Para ti, ¿qué es lo mejor y lo peor de ser escritor?
Lo mejor, sin duda, es esa sensación de que los personajes se apoderen de ti; tú que escribes sabes bien a lo que me refiero. Te sientas a teclear, pensando que tienes clara la trama, y tus personajes te miran, se ríen, niegan con la cabeza, y hacen lo que les da la gana. Esa magia no tiene precio, y regala momentos que luego te marcan a ti mismo y a los lectores.
Y lo peor… Lo peor es la página en blanco. Ese vértigo que solo se siente cuando te asomas a las posibilidades infinitas que te ofrece. En ese silencio incómodo que se genera es cuando parece imposible lo que intentas hacer. Hasta te olvidas de qué intentabas hacer cuando te sentaste frente al teclado. Y, claro, apetece mucho huir; la página en blanco solo golpea si la miras. En esos momentos, siempre me acuerdo de Jovanotti y su canción Mi fido di te, donde dice: «El vértigo no es miedo a caer, sino ganas de volar». Así empiezo cada relato, cada capítulo, cada reflexión que escribo: con muchas ganas de volar.
7. ¿Crees que la musa existe? ¿Qué te motiva a escribir?
Sé que existe, pero también sé que Picasso tenía razón: tiene que encontrarte trabajando. Y esa es una de las tareas más difíciles de la escritura creativa para mí. Ese sentarse a escribir aunque no estés inspirado, aunque salgan solo unas cuantas palabras con hedor a basura. Si consigues crear esa rutina de escribir todos los días, tendrás más probabilidades de que las musas te visiten con los dedos sobre las teclas o con el bolígrafo en la mano. Si no te sientas, es como intentar ganar la lotería sin comprar boletos. Por supuesto, cuantos más compres, más posibilidades tienes de ganar.
Aunque mi motivación final es emocionar a mis lectores y hacerles viajar, para conseguirlo necesito que las musas me pillen escribiendo.
8. ¿A cuál de tus personajes escogerías para sacarte de un aprieto? ¿Por qué?
Claramente escogería a Frank. Me encanta su forma de entender la vida, fluyendo, alérgico a los planes, y siempre viendo el lado gracioso de cada situación, incluso en los momentos más turbios. Para él todo tiene una faceta cómica y no se corta a la hora de recordarlo, sin que le importe lo inapropiado que pueda resultar. Sé que es muy probable que no consiga sacarme del aprieto, y seguro que complicaría más la situación, pero lo pasaríamos genial en el proceso de intentar salirnos con la nuestra.
9. ¿Ya estás escribiendo lo que sería tu segunda novela? Y si es así ¿qué género es?
Estoy ya con la precuela de La memoria de las cicatrices, pero es un proyecto titánico, que necesitará varios años hasta convertirse en la novela que tengo en mente; ya sabes, mi perfeccionismo y yo. Tengo muy claros los hechos que quiero narrar, pero el reto está en cómo quiero desvelar la trama. Y, por supuesto, será un thriller, eso me sale sin que pueda ni quiera evitarlo.
También estoy con un libro de relatos de ciencia ficción entre manos, ambientados en el futuro distópico de mi relato Almas viejas, que también será de misterio, así que tendré material suficiente para venir a visitaros por el Club Thrillerholics en más ocasiones.
10. Y por último, recomiéndanos el thriller que más has disfrutado.
Esta es la pregunta más difícil de toda la entrevista. En general, cualquiera de mi amada Agatha Christie —la adoro, le puse su nombre a una de mis personajes—, y, si tuviera que decir uno solo, creo que sería El psicoanalista, de John Katzenbach. Es un libro que me enseñó que los finales apoteósicos requieren mimo y fuego lento, y que «fuego lento» no significa que no queme.
Una vez más, gracias por visitarnos en el Club Thrillerholics, León. Esperamos que te hayas sentido como en casa y que regreses pronto con nuevos proyectos.
«Como en casa» se queda muy corto, me ha encantado la entrevista. Gracias por invitarme y por el honor de formar parte de esta familia de thrillerholics.
Espero que hayas disfrutado tanto como yo la entrevista a León Garzón. Aquí te dejo su blog y redes sociales: